LA ONÍRICA INQUIETANTE DE DAVID LYNCH
El nombre del personaje era Jeffrey Beaumont, el título del filme, Terciopelo Azul (Blue Velvet.1986), dirigido por David Lynch que previamente había dirigido magistralmente El Hombre Elefante (The Elephant Man. 1980) y Dunas (Dune. 1984), ambas exhibidas en las salas mexicanas y además, otros trabajos como Cabeza Borradora o, mejor dicho, Cabeza de Borrador (Eraserhead.1977); The Grandmother (1970) y The Alphabet (1968), éstos tres últimos probablemente fueron desconocidos hasta el nacimiento del video y la proliferación de películas piratas; a esas hubo que agregar la adaptación de la novela de Barry Gifford, Salvaje de Corazón (Wild at Heart. 1990) con Nicolas Cage y Laura Dern; Por el lado oscuro del camino (Lost Highway. 1996) con Bill Pullman, Patricia Arquette, Balthazar Getty en un guión co-escrito con Gifford; Una historia sencilla (The Straight Story. 1999); y la inolvidable serie de televisión Picos Gemelos (Twin Peaks. 1990) y su delirante precuela Picos Gemelos: El fuego camina conmigo (Twin Peaks: Fire Walk With Me. 1992).
El sello de Lynch es legible al instante, desde la musicalización y el uso del sonido, hasta los excéntricos personajes que han desfilado por sus trabajos. La violencia, el sexo, la muerte, el abuso de poder y las mujeres peligrosas han sido parte de las cosas que al parecer motivan a éste hombre a expresarse. Siendo amante de las novelas negras, su trabajo suele narrar las desventuras de antihéroes, en una mezcla que por lo regular avienta a uno o dos malhechores y los combina con un par de personajes salidos de alguna revista amarillista exótica de aquellas tan vendidas en nuestro país para satisfacer el morbo. Escatológico, voyeurista y visceral, pero también seguidor del cine clásico e influenciado por la pintura, posee fuertes conocimientos del lenguaje audiovisual, mostrándolo en un estilo que ha madurado a lo largo de su creciente producción artística. Sus imágenes, muchas veces relacionadas a la corriente expresionista, están vinculadas con atmósferas oscuras y cargadas de extrañases, que la mayor parte de las veces resultan inquietantes, perversas, y siempre cargadas de un intenso erotismo fetichista y cierta nostalgia por décadas pasadas de la cultura norteamericana; por filmes de antaño, y cabría mencionar que podría ser una más de todas las referencias audiovisuales de las cuales hace uso el amo del cine pop, Quentin Tarantino en Perros de Reserva (Reservoir Dogs. 1996).
Sorprende conocer que en realidad hablamos de un hombre culto y serio que rara vez utiliza una palabra altisonante, de quién se cuenta por ahí que siempre se encuentra ocupado con sus asuntos creativos; hay incluso la anécdota de alguien que se sorprendió al entrar a sus oficinas, lugar en el cual Lynch se encontraba trabajando en un delicado collage conformado por lápices empotrados al techo. Su trabajo como artista no es exclusivo del cine, y por el contrario, se expande hasta ramas como la música y las artes gráficas.
Cuidadoso constructor de sus películas, su más reciente estreno en nuestro país fue el de Sueños, Misterios y Secretos (Mulholland Drive. 2001), filme que lo hiciera acreedor a
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